Los alumnos de primero son niños que, debido a su edad, están aprendiendo a comportarse y a regular sus fuerzas.
Sus cuerpos se están desarrollando y están adquiriendo cada vez más fuerza. Ellos no son conscientes del daño que hacen, porque no tienen esa experiencia.
En estas edades deben aprender que hay cosas que les hacen daño a los demás, que tienen que tratarse como si estuvieran hechos de mantequilla, así que no se pueden pegar ni "flojito" ni "en broma". Esas acciones no están permitidas. Deben aprender a desahogar su ira de una manera distinta a la agresión. Deben aprender a solucionar los problemas mediante el diálogo, pero nunca agrediendo ni física ni por medio de la palabra (insultos o palabras degradantes).
Para ello, en clase, siempre se produce un diálogo ante cualquier situación en el que se explica a los niños el motivo de que una acción no se considere correcta. Se les ofrece ejemplos de otra manera de actuar que sea válida y no agresiva para resolver los problemas. Y sobretodo, se hace hincapié, que lo que rechazamos es la conducta equivocada, nunca a la persona, nunca al niño.
En un ambiente de aula en el que todos somos parte de un grupo, el grupo de primero, no es lógico que nos hagamos daño a nosotros mismos. Los niños son conscientes de que nos queremos todos, independientemente de lo que hagamos, eso no va a hacer que retiremos nuestro afecto, pero sí vamos a discutir y a no admitir todo lo que suponga una mala conducta.
Dados los últimos días en los que parece que hay más agresividad, hemos vuelto a retomar en el aula las normas de conducta.
En clase, cada vez que un niño presentaba una conducta no correcta, se le ponía una falta, y era cuando llegaba a las tres faltas, cuando se le ponía una sanción más grave, que era quedarse medio recreo sin salir. Cuando un niño se queda más de una vez sin recreo, el tiempo que se queda sin salir al patio va aumentando a lo largo del trimestre, pues indica que el niño no es consciente de que sus actos conllevan unas consecuencias, y debe aprenderlo.
Una vez recordadas las normas de clase, que teníamos hasta ahora, entre todos, hemos visto que hay conductas que, directamente son merecedoras de una sanción más grave. Así, hemos considerado como conducta grave toda aquella conducta que implique una agresión: patadas, puñetazos, tirones de pelo, arañazos, pegarse, empujarse... y todo lo que suponga hacer daño a un compañero. Estas conductas se penalizarán con tres faltas, se pasará comunicación a la Jefe de Estudios, porque implica quedarse sin recreo y a los padres del niño, para que sepan lo que está sucediendo.
Esto sucederá con las conductas que ocurran en clase con la tutora, con otra maestra o durante el período de recreo.
Todos y cada uno de los comportamientos agresivos, se tratan en clase, se escucha a los dos implicados, se les hace ver que ese comportamiento no es correcto, se les hace reflexionar sobre cuál sería el comportamiento correcto, se piden perdón y sobre todo, se les hace ver que la culpa no es del otro, sino de ellos mismos, porque la conducta agresiva la han hecho ellos, y siempre pueden elegir no hacerlo.
Cada conducta tiene unas consecuencias. Algunos niños lo entienden antes, y otros necesitan más tiempo para entenderlo, por eso, se les permite vivir las consecuencias de sus acciones hasta el final, para que lo experimenten.
En todo momento, durante el tiempo de patio estarán a mi lado. Podrán comerse su almuerzo, leer, hablar con un compañero, y cuando estemos en la biblioteca podrán leer libros o jugar. Lo que no podrán es irse de mi lado. Todos los días tendrán libres los últimos cinco minutos del recreo para ir al aseo y salir a correr o jugar un poco. Esto es así, porque lo que se pretende es que aprendan lo que son las consecuencias de sus actos. Y que aprendan a elegir el comportamiento que quieren.
En todo momento, estoy a disposición de los padres para hablar sobre la conducta de sus hijos.
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